Ginebra

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Ginebra

Lechuza común (Tyto alba)

La lechuza común, como nuestra Ginebra, es sin duda la rapaz nocturna que vive más cerca del hombre. Gusta de hacer sus nidos en campanarios de viejas iglesias (de ahí que también se la conozca como lechuza de campanario), en torreones, castillos abandonados, graneros, pajares o edificios semi-derruidos, aunque en también lo construye en ocasiones en oquedades de viejos árboles o zonas rocosas que ofrezcan una profunda guarida. También se dan casos de anidamientos en palomares, casos en los cuales, las palomas, o bien se acostumbran al huésped, o abandonan el palomar. Ave habitual y extensamente distribuida, que se haya en todos los continentes, excepto en la Antártida. No existe en regiones del norte de Europa ni en zonas excesivamente áridas, como desiertos. En España la podemos encontrar en casi cualquier región. Prefiere zonas de vegetación no muy densa, campos de cultivo con algunos árboles o lindes de bosques poco espesos, así como praderas arboladas.

De actividad casi exclusivamente nocturna, durante las horas de luz se halla en una posición somnolienta e inmóvil, entre las ramas de algún frondoso árbol o en su cobijo en un granero o desván, tratando de pasar desapercibida. La mejor estación para observarlas es el invierno, ya que, se suelen mostrar más durante el día, por la escasez de alimentos.

Estas aves de la noche son eminentemente cazadoras. Dotadas de un privilegiado sentido de la vista y un excepcional oído y ayudadas por un vuelo completamente inaudible, rara vez fallan un golpe. Estas rapaces, centran su actividad en el crepúsculo, de ahí su denominación de nocturnas.

 Durante el atardecer “cantan”, emitiendo gritos sordos y gemidos similares al llanto de un niño humano, comunicándose entre ellas. Según avanza la noche, esta actividad cesa y se preparan para la caza. Tienen 2 formas de cazar, bien oteando el terreno con un vuelo bajo o desde un posadero o percha.

Desde estos lugares, estas aves de la penumbra, inmóviles, se hacen eco de todo lo que les rodea. Si perciben el ruido de un ratón entre la hojarasca, giran su cabeza hacia él, y una vez fijado el objetivo y comprobado que ningún obstáculo se interpone entre ellas y su presa, se lanzan en un silencioso picado dándole muerte. Por impenetrables que sean las tinieblas, cada ataque es garantía de éxito. La mayoría de capturas se realizan en el suelo, aunque no son raras las presas abatidas en arbustos. Una vez capturado el alimento, y por la dificultad que tienen en fijar su vista en un objeto que tienen muy próximo a ellas, debido a la inmovilidad de sus ojos, tragan la presa entera, dejando que sus potentes jugos gástricos se ocupen de ella. Las partes indigestibles del cuerpo del animal engullido son devueltas tras unas horas, en una especie de pelota compuesta por huesos, plumas, uñas y pelos de sus presas, gracias a contracciones peristálticas de su esófago. Estas pelotas compactas, de 30-60 por 18-26 mm, se denominan egagrópilas, y son regurgitadas con una frecuencia aproximada de 1 durante el día y otra durante la noche.

Una forma de localizar los posaderos de estas aves es precisamente buscando acúmulos de egagrópilas en el suelo. Estas egagrópilas son muy útiles para el estudio de la dieta de las lechuzas. Análisis de las mismas determinan que estas rapaces se alimentan casi exclusivamente de micromamíferos, en especial roedores: ratones de campo, ratas, topillos, ratones domésticos… Animales tan dañinos para la agricultura tienen en las lechuzas su principal enemigo, de lo que se extrae la utilidad de las mismas para el hombre. Sin las lechuzas, estos roedores podrían suponer, sin duda, una amenaza para los cultivos.

También se alimentan de insectívoros, como topos y musarañas, y en menor medida, de aves de pequeño tamaño, como gorriones, estorninos, herrerillos, tordos, verderones, algunos insectos, reptiles e incluso anfibios.                                                  

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