Este duendecillo es el primero, de los cuatro polluelos de lechuza (Tyto alba) , que comienza a asomar fuera del nido que tenemos localizado en nuestra senda. El nido se encuentra en una grieta entre rocas.

La lechuza común (Tyto alba), como podéis apreciar en la foto, tiene un rostro característico, en forma de corazón, que se denomina disco facial. Su vuelo es de los más silenciosos, pues las plumas de sus alas tienen los bordes blandos, para que el aire circule con suavidad y sin ruido. Tiene vista binocular, es decir, utiliza los dos ojos de manera conjunta, y sus oídos están colocados de forma asimétrica, para poder captar mejor todos los sonidos.

Algo muy curioso de este tipo de aves es que, los restos indigeribles de las presas capturadas y prensadas por la molleja, como los pelos, huesos, plumas, etc., son regurgitados al cabo de unas ocho o diez horas desde la ingestión, en forma de bolas alargadas, que se denominan “egagrópilas”.

Pero si hay algo que realmente la caracterice, es que la misteriosa lechuza es considerada la reina de la noche y fuente de muchas historias mitológicas.

Tradicionalmente, su imagen ha venido asociada a la de pájaro siniestro y de mal agüero. Se decía que, si se escuchaba su prolongado grito, significaba el anuncio de un luto próximo, mientras que su canto evidenciaba mal tiempo. Asimismo, existía la leyenda de que, si volaba emitiendo un chillido por encima de la casa donde había un enfermo, este moría, al igual que, si se la escuchaba al pasar por un lugar donde se realizaba un parto, provocaba el deceso del recién nacido.

Igualmente, en la Península Ibérica, existía la creencia de que esta ave acostumbraba a penetrar en las iglesias, para beber el aceite de sus lámparas, dejando los santos a oscuras, por lo cual fue odiada por los creyentes. Se las cazaba y colgaba muertas de las puertas de iglesias y graneros, para ahuyentar al fuego y al rayo.

Actualmente, en determinadas culturas, siguen existiendo creencias negativas sobre estas aves. En África, por ejemplo, se dice que son enviadas por brujos para matar gente, o que son demonios malignos que anuncian desastres.

En contraposición a esto, en otras antiguas tradiciones y culturas, como lo es la cultura celta, se les tiene como un animal sagrado o también un tótem de poder, relacionado con la energía femenina, la magia, la sabiduría, la transformación, la alquimia, la fertilidad, la protección y la buena fortuna. Todas las mujeres antiguas, de grandes conocimientos sobre sí mismas, sobre la naturaleza y sobre la medicina natural, los partos, embarazos, cosechas, respeto a la madre tierra, etc., tenían siempre en la entrada de su casa una lechuza, como símbolo de protección y buena fortuna. Tal era así la creencia que, cuando una lechuza se posaba sobre una casa, o cerca de ella, y en la misma había mujeres en edad fértil, estaba anunciando embarazos, y se creía que el recién nacido vendría con grandes cualidades de liderazgo y sabiduría. Las lechuzas no llegaban a cualquier lugar, ellas escogían dónde ponerse, para dar avisos o protección de espíritus guerreros y de luz.

Las antiguas sacerdotisas celtas también tenían siempre una como símbolo, e incluso se colgaban este símbolo al cuello como amuleto de protección, sabiduría y magia.

Del mismo modo, la lechuza está muy vinculada a la cultura griega, como símbolo de protección, magia y energía femenina. Es el símbolo de la Diosa Atenea. De hecho, el euro griego, por un lado, trae el rostro de Atenea y, por el otro, la lechuza. En la mitológica ciudad de Atenas, se encuentran a la venta lechuzas de plata, barro y diversos materiales. Los griegos la llevan como símbolo de la Diosa, además de creer que están protegidos por la energía femenina y la magia, brindando abundancia a quien la posee.

Sea como fuere, lo cierto es que prestan un gran beneficio al hombre, al eliminar insectos y roedores que, de otra forma, se transformarían en plagas.

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